Entre tradición y renovación: las nuevas sociedades
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Como seres humanos poseemos varias capacidades; una de ellas es la adaptabilidad. A lo largo de la historia los brotes de enfermedades han obligado a la creación de nuevas innovaciones en el diseño urbano. Partiendo de este concepto, la gran pregunta es ¿realmente estamos entendiendo el problema al que nos enfrentamos? ¿Estamos observando y reflexionando adecuadamente?
Si les preguntara: ¿Qué es un arquitecto? Y ¿Cuál es nuestro papel en la sociedad? ¿Qué responderían?
En mi opinión, los arquitectos, más allá de la capacidad que poseemos de crear espacios, somos generadores de necesidades. Tenemos la habilidad para visualizar cosas que aún no existen, somos visionarios y solucionadores de problemas.
Para entender el momento que vivimos, debemos enfocacar el problema. Es importante iniciar observando qué pasa con el comportamiento de las personas, no solo en su núcleo primario, sino su comportamiento en comunidad. Hay que escuchar lo que la ciudad nos dice y eso sin duda nos llevará a una gran reflexión acerca del problema y de cómo deberíamos responder a él.
En mí opinión, para responder al problema debemos empezar a dimensionar los posibles escenarios o fases que podemos llegar a atravesar.
PRIMERA FASE: la del entendimiento. Debemos dimensionar que hasta ahora las personas eran libres, podían ir al trabajo, hacer vida social y vivir en comunidad. Ser sociales está en nuestro ADN, somos una especie que necesita del otro.
SEGUNDA FASE: de transición. Volveremos a incorporarnos a una nueva dinámica social que nos traerá otros retos, otras necesidades. Con un enfoque que partirá de lo práctico.
TERCERA FASE: de la vacuna. Entraremos en un tiempo de autogestión, retornaremos a una vida normal, que se acerque a lo que estábamos habituados. En esta fase tendremos que perder el miedo que trajo consigo el Covid-19 y, dónde todos como sociedad tendremos que olvidar y paulatinamente volver a nuestra esencia como seres humanos.
Esto nos demuestra que lo maravilloso de nuestra especie es que tenemos la capacidad de adaptarnos a diversas situaciones. Somos flexibles, imaginativos, recursivos, inteligentes. Todas estas características debemos incorporarlas a nuestros diseños arquitectónicos, y así humanizar más los espacios, entendiendo el ejercicio desde la necesidad puntual de la persona para dejar de hacer arquitectura estándar. Dar paso a una arquitectura adaptable que sea más coherente con nuestro ADN.
Seguramente, encontraremos muchas oficinas pero con menos ocupación. Espacios que van a mutar a ser más individuales. Zonas más verdes y de transición de un módulo a otro. Nuevas oportunidades que aportarán a la solución del problema. Debemos aprender a identificar puntos claves para ir generando nuevamente la confianza en las personas.
Esta confianza si bien es un concepto subjetivo como la verdad o la seguridad, la debemos reforzar no solo con la aplicación de nuevas tecnologías, sino que debe partir de nuestra autogestión como personas.
Necesitamos de las ciudades. Es nuestra mayor creación como especie. Es allí donde convivimos, nos realizamos como personas, hacemos trabajo colaborativo. Tal vez, volveremos con nuevos comportamientos, necesidades, y conceptos de ciudad. Tendremos que enfrentar los nuevos retos que plantean los diferentes escenarios y dinámicas evolutivas que va imponiendo el ritmo de la civilización.
Si hay algo que hemos aprendido a lo largo de la historia es que lo único realmente constante es el cambio. Han pasado ya 5.500 años desde que nuestra especie diseñó la primera ciudad de la historia construida sobre territorio mesopotámico: “Uruk”. Allí surgió la primera gran arquitectura monumental, la primera planificación territorial y la escritura de la historia y la contabilidad.
El concepto de ciudad, de aquella época era muy diferente al de nuestros días. Uruk, no poseía calles, ni andenes, las casas estaban pegadas unas a otras, pared a pared y la única forma de entrar era por una abertura en el tejado. Dentro de ellas había un solo espacio que servía de dormitorio, sala y cocina a la vez, los espacios decorados probablemente con cabezas de bisontes y murales rupestres pintados de escarlata, daban los primeros pasos de lo que sería el primer diseño de interiores de la historia de la humanidad.
Los habitantes de Uruk, ni en sus sueños más oníricos hubieran podido vislumbrar ciudades como Dubái, Londres o Nueva York, así como es igualmente de difícil para nosotros imaginar lo que serán las tendencias arquitectónicas adoptadas de forma global para el año 3.020. Todo a su debido tiempo. La evolución en los conceptos de ciudad y la arquitectura, están siendo moldeados día tras día por nuestros temores, nuestros sueños, por nuestras necesidades evolutivas como especie, por la forma cómo afrontamos los retos y cómo los vamos superando, por nuestros deseos y nuestras añoranzas, nuestra esperanza y todas nuestras nociones de visión.
Todo servirá como insumo para que las próximas generaciones lo utilicen para dar forma a esas estructuras materiales impregnadas de ADN humano que hoy conocemos con el nombre de ciudad.
Todas estas características debemos incorporarlas a nuestros diseños arquitectónicos, y así humanizar más los espacios, entendiendo el ejercicio desde la necesidad puntual de la persona para dejar de hacer arquitectura estándar. Dar paso a una arquitectura adaptable que sea más coherente con nuestro ADN.